Escrito por Gerónimo Elordi Lamarca
Cuatro meses y medio de bootcamp. Estar conectado de lunes a viernes entre las 09 de la mañana y 7 de la tarde. Entender que se puede aprender a velocidades que se pensaban imposibles. Pararse frente al mundo con una confianza totalmente distinta. Aquí te contamos la historia de Gonzalo Raggio en su viaje por Le Wagon.
Para Gonzalo Raggio (27) el concepto del problema, independiente del plano en el cual este se encuentre, requiere siempre de una solución.
Ese fue el principal motivo que sirvió de guía y respuesta ante la siempre difícil pregunta que a los 18 años ha tenido que responder tanto el entrevistador y redactor de esta nota, el entrevistado y probablemente también el lector: ¿qué carrera estudiar?
¿Decisión final? Ingeniería industrial.
Luego de años de carrera y una pandemia de por medio, en 2020 egresó y entendió que su foco era claro: las libertades financieras del ser humano y el cambio climático.
Tiempo después tenía un puesto de trabajo en
Tikuna, una empresa chilena dedicada principalmente al desarrollo de proyectos de energías renovables para acelerar la transición energética en el país.
La práctica hace al maestro, dicen por ahí. Y es que después de un difícil inicio como encargado de buscar ideas nuevas para el portafolio de proyectos de la empresa, Gonzalo dio en el clavo con uno de los principales problemas... todo había que hacerlo a mano.
“Si un abogado puede aprender a programar, ¿por qué un ingeniero no?”
“Sin software era un poco difícil, éramos pocas personas y no contábamos con la misma cantidad de gente que la competencia ni los recursos, entonces uno tenía que hacer de todo. Y un día se me ocurrió que podíamos resolver este problema usando softwares para poder automatizarlo“.
Bajo ese concepto levantaron un pequeño presupuesto que sirvió para generar una versión inicial que solo corría en computadores locales.
Primer paso del problema, solucionado ✅.
Entusiasmado, en este proceso encontró la fuerza y empuje para decirse a sí mismo, “oye, sabís que si podemos hacer softwares que no necesariamente son de calidad con muy poquito, imagínate cuando tenís más herramientas y otra visión”.
“Si un abogado puede aprender en nueve semanas, por qué un ingeniero no podría, ¿cachai?”.
¿Próximo paso?, Le Wagon
En un universo de cientos de ofertas, dar con el bootcamp adecuado obviamente que no es fácil. Googleando distintas opciones se encontró con Le Wagon y rápidamente le llamó la atención la forma en la que se desarrolla el programa, que desde su punto de vista no tiene que ver que con hacer ejercicios, terminarlos y pasar a pruebas finales, sino que se lleva a cabo una dinámica integral en la que se incorpora profundamente el trabajo en grupo y el acompañamiento y seguimiento activo de los profesores.
Integrante del batch 1049 Web Full Time, durante 4 meses y medio compartió de lunes a viernes principalmente con personas de Argentina, Chile y Perú, por lo que la multiculturalidad fue un plus importante al momento de enfrentar desafíos, entendida para él siempre como un aporte de experiencias y visiones nuevas.
También se desarrolló un vínculo con sus compañeros en el que las “papitas” sobre el mundo tech iban y venían, junto con ideas de proyectos que proliferaban a la par con el desarrollo constante de nuevas habilidades.
Asimismo, la intensidad es un concepto que se repite en el análisis sobre qué le significaron estos meses al ingeniero. Desde ahí define que la aproximación de los profesores fue clave, ya que “en ese sentido el staff está súper presente. Siempre están pendientes de cómo vai, qué problemas tenís, y de ayudarte, de sacarte de estar trabado. La intensidad y el acompañamiento es cómo definiría a Le Wagon”.
“Aprender a una velocidad que se pensaba imposible”
Y es justamente la mezcla de esos dos conceptos los que llevan a Gonzalo a reflexionar con orgullo que el esfuerzo de “haber estado desde las 10 de la mañana todo los días hasta las 7 de la tarde conectado, dándole con la hora de almuerzo, aprendiendo, aplicando, aplicando, aplicando, haciendo, haciendo, haciendo”, significa ahora ser literalmente otra persona.
“Fue un balde de agua fría de humildad”, comenta, porque aprender en nueve semanas contenidos que pueden tardar años en internalizarse, aparte de ser un desafío no menor, implica según él darse cuenta de que está lleno de elementos que no se tiene idea de cómo funcionan.
Y así, con el paso de los meses este baldazo de agua fría se fue transformando en un cambio en la estructura mental. En entender “cómo uno es capaz de aprender a una velocidad que se pensaba que era imposible. Ser capaz de aplicar eso y que dé resultados”.
En la misma línea, la multidisciplinareidad que caracteriza a los miles de alumnos de Le Wagon en el mundo, traducida en compartir directamente en su batch con asistentes de dentistas, abogados, ingenieros y diseñadores, implica de por sí para cada uno un aumento en el campo de visión. El plus de adquirir conocimientos que no necesariamente tienen que ver con lo que se estudió. Sobre todo teniendo en cuenta que, tal como dice Gonzalo, “la programación es una herramienta generalista. Te permite utilizarla en muchas disciplinas, como en temas médicos, financieros o de educación”.
¿Y ahora qué?
Ad portas de empezar a buscar trabajo, Gonzalo destaca que el bootcamp da herramientas nuevas y con eso se adquiere una confianza distinta para enfrentarse a los problemas y encontrar soluciones, “porque dices, ‘oye, ¿sabís qué?, si es que nadie lo quiere hacer lo puedo hacer yo’. Y cuando tenís esa confianza no te achicai, te parai distinto”.
Y nuestro ya ex alumno (recién egresado ) tiene claro que ahora quiere influir desde el mundo de las startups en otra de sus pasiones: el bitcoin.
Bajo el importante desafío de masificar esta moneda en continentes como Latinoamérica y África y crear una red monetaria verdaderamente resiliente, Gonzalo con calma asegura que en 2023 van a haber noticias interesantes, pero negándose rotundamente al “se vienen cositas”. “No me gusta decir esa frase, ya hicieron mier#% ese término”, concluye riendo.